domingo, 21 de junio de 2009

El Moño Amarillo

Una profesora universitaria inició un nuevo proyecto entre sus alumnos. A cada uno le
dio cuatro moños de color amarillo, todos con la leyenda: "eres importante para mi", y
les pidió que se pusieran uno. Cuando todos lo hicieron, les dijo que eso era lo que ella esperaba de ellos. Luego les explicó de que se trataba de un experimento: tenían que darle un moño a alguna persona que les resultara importante, explicándoles el motivo y
dándoles los otros moños para que ellos hicieran lo mismo. El resultado esperado era
ver cuánto podía influir en las personas ese pequeño detalle.
Todos salieron de esa clase platicando a quién darían sus moños; algunos mencionaban
a sus padres, otros a sus hermanos o a sus novios. Pero entre aquellos estudiantes, había
uno que estaba lejos de casa. Este muchacho había conseguido una beca para esa
universidad y al estar lejos de su hogar, no podía darle ese moño a sus padre o sus
hermanos.
Pasó toda la noche pensando a quién daría ese moño, pero al otro día, muy temprano,
tuvo la respuesta. Tenía un amigo, un joven profesional que lo había orientado para
elegir su carrera y muchas veces lo asesoraba cuando las cosas no iban tan bien como él
esperaba. ¡esa era la solución!
Saliendo de clases se dirigió al edificio donde su amigo trabajaba y en la recepción
pidió verlo. A su amigo le extraño, ya que el muchacho lo iba a ver después de que él
salía de trabajar, por lo que pensó que algo malo estaba sucediendo.
Cuando lo vio en la entrada, sintió alivio de que todo estuviera bien, pero a la vez le
extrañaba el motivo de su visita. El estudiante le explicó el propósito y le entregó tres
moños, le pidió que se pusiera uno y le dijo que al estar lejos de casa, él era el más
indicado para portarlo; el joven ejecutivo se sintió halagado, no recibía ese tipo de
reconocimiento muy amenudo y prometió a su amigo que seguiría con el
experimento y le informaría de los resultados.
El joven ejecutivo regresó a sus labores y ya casi a la hora de la salida, se le ocurrió una
arriesgada idea: le quería entregar los dos moños restantes a su jefe.
El jefe era una persona huraña y siempre muy atareada, por lo que tuvo que esperar a
que estuviera "desocupado". Cuando consiguió verlo, su jefe estaba inmerso en la
lectura de los nuevos proyectos de su departamento, la oficina estaba repleta de
reconocimientos y papeles. El jefe sólo gruño: -"¿Qué desea?
El joven ejecutivo le explicó timidamente el propósito de su visita y le mostró los dos
moños. El jefe, asombrado, le preguntó:-"¿Por qué cree usted que soy el más indicado
para tener ese moño?"
El joven ejecutivo le respondió que él lo admiraba por su capacidad y entusiasmo en los
negocios, además que de él había aprendido bastante y estaba orgulloso de estar bajo su
mando.
El jefe titubeó, pero recibió con agrado los dos maños, no muy a menudo se escuchaban
esas palabras con sinceridad, estando en el puesto en el que él se encontraba. El joven
ejecutivo se despidió cortésmente del jefe y, como ya era la hora de salida, se fue a su
casa.
El jefe, acostumbrado a estar en la oficina hasta altas horas, esta vez se fue temprano a
su casa. En la solapa llevaba uno de los moños y el otro lo guardó en el bolsillo de su
camisa. Se fue reflexionado, mientras manejaba rumbo a su casa.
Su esposa se extrañó de verlo tan temprano y pensó que algo le había pasado; cuando le
preguntó si sucedía algo anormal, él respondió que no pasaba nada, que ese día quería
estar con su familia. Ella se extrañó, ya que su esposo acostumbraba llegar de mal
humor.
El jefe preguntó:-"¿Dónde está nuestro hijo?" - La esposa lo llamó, ya que estaba en el
piso superior de la casa. El hijo bajó y el padre sólo le dijo: -"¡Acompáñame!"
Ante la mirada extrañada de la esposa y del hijo, ambos salieron de la casa ( el jefe era
un hombre que no acostumbraba gastar su "valioso tiempo" con la familia).
Ambos se sentaron en el porche de la casa. El padre miró a su hijo, quién a su vez lo
observaba extrañado. Le empezó a decir que sabía que no era un buen padre, que
muchas veces se perdió de aquellos momentos que sabía eran trascendentes. Y luego
le expresó que había decidido cambiar, que quería pasar más tiempo con ellos, ya que su
madre y él eran lo más importante que tenía. También le mencionó lo de los moños y su
joven ejecutivo. Le dijo que lo había pensado mucho, pero que quería darle el último moño
a él, pues era lo más sagrado en su vida; que el día que nació, fue el más feliz de su
existencia y que estaba muy orgulloso. Todo esto, mientras le prendía el moño que
decía:" Eres importante para mí"
El hijo, con lágrimas en los ojos, le dijo:-"Papá, no se que decir... pensaba suicidarme
porque creía que no te importaba. Te quiero papá, perdóname..."
Ambos lloraron y se abrazaron; el experimento de la profesora había dado un buen
resultado, había logrado cambiar no una, sino varias vidas, con sólo expresar lo que
sentían.
Ése es el poder de uno. Expresar lo que sientes y darle valor a los detalles de la gente
que te ama.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

deje su comentario, gracias por su visita